Christopher Lee, cansado de interpretar a Drácula, no pudo decirlo: “nunca más” y participó en esta producción alemana con Herbert Lom y Klaus Kinski.
El director español Jesús Franco llevó al reparto a Alicante, donde utilizaron el Castillo de Santa Bárbara para la escena en la que el conde Drácula sufre un grave caso de quemaduras solares.
La escena en Santa Bárbara ocurre al final de la película cuando nuestros héroes lanzan unas piedras muy ligeras sobre un grupo de gitanos que transportan el ataúd de Drácula y luego le prenden fuego, lo cual, para ser honesto, parece que le gusta.
Mi escena favorita de esta película, aparte del murciélago, supuestamente Dracula, movido por un palo, es aquella en la que un montón de animales de peluche amenazan con atacar a nuestros héroes moviéndose tres pulgadas a la izquierda y luego a la derecha. Desafortunadamente, ya no hacen películas como ésta.