Aunque la mayor parte de la película se rodó en el centro de España, el palacio de La Alhambra se convirtió en la sede del rey moro, que pasa su tiempo recogiendo rosas, mirando las fuentes, perdiendo al ajedrez y planeando invadir Castilla cuando mejore el tiempo.
Aunque parezca increíble, Frankie Avalon narra la historia mientras toca su laúd.